viernes, 20 de febrero de 2015

Advertencia



Cuando señales el cielo
y éste,
te coja los brazos
de un tirón
para llevarselos
por siempre,
a abrazar este mundo dislocado.

Vas a sentirla
y te va a llevar…

Belial.

El Basurero

Por un río de caucho hirviendo,
que cortaba la tierra
con profunda herida,
iban los despojos de la raza enemiga.

Llovidos en su propio bálsamo,
conservando en perfecto estado
su detalle,
como el trofeo negro de la desaparición.

Los calderos hervían con sublime hedor
junto a la hedionda rivera.
Los rostros de deforme definición,
se reflejaban acalorados en el almizcle.
No se inmutaban en absoluto al ver los restos mortales
de sus semejantes bajando por el cauce.
La humareda no cesaba de cubrirles el cuerpo.
El sudor les caía piloteado por el esfuerzo mal invertido,
por los demonios que en la noche remaban sus mentes afónicas,
y que deletreaban con sus toscas uñas cada grito inconcluso.

“¡Viniste y no me llevaste mesías!
Hemos sido traicionados por nuestra piel”
“¡Viniste tú y repudiaste!
Abandonados por nosotros mismos”
“Viniste entonces pero no te entendimos”
“¡Nos dejaron enterrados, se marcharon y soy culpable!”
“Prostituí mis visiones y ahora no buscó más que la humillación”
“¡Se fueron con su tecnología!”
“No hay más remedio que la purga de la faz”

Las figuras exaltadas creaban torbellinos en el caldero
con sus propias extremidades buscando la mutilación.
Las plegarias se decían fervientes,
desde lo más hondo de la desilusión.
Éstas subían encapsuladas hacia dios que tosía moribundo,
tras el vapor espeso del caucho,
escondiéndose de la heladez de aquellos ojos de pardo cristal.
“Ya estoy listo”
– exclamó una de las figuras mientras extraía sus brazos de la olla -
“Usadme”
- decía, pues había alcanzado su olvido -

Tal y como ya eran sus piernas,
ahora eran sus manos;
talladas por el veneno,
finalizaban en punta como estacas negras.
Los Abandonados sedientos de autodestrucción
se percataron que la mesa donde trabajaban ya no servía.
Tomaron las extremidades de aquel engendro,
para clavarlas en la roja tierra
“Ahora serás nuestra mesa, pues para nada más sirves"
Vertieron la mezcla en el río
deseando una muerte rápida e indolora para La Tierra.
Y volvieron a poner el caldero,
está vez,
sobre un alambre de carne
calcinado sobre el fuego.

Belial