La
rechoncha paloma de la paz,
volaba
por la gris perdición.
Las nubes
le disparaban de lo alto,
pero era
ya imposible detenerla.
Esa rata
voladora,
yacía en el asfalto,
yacía en el asfalto,
y sin
querer,
también la piso.
también la piso.
Nacida de
una llaga en el corazón.
Lleva en
su estómago cerebral
lo más
agrio de la ciudades.
La evocan
las guerras
y no
calma su vuelo.
La calle
pide su vida
por su
augurio
Belial.
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