La libertad traía pegada a su espalda un cúmulo profundo de decisiones,
casi un tumor que corría tras ella, y que solo yo podía notar.
Cuando
ella se abalanzó sobre mi estirpe,
el grandioso tumor se regó como
catarata en mis ojos
y me dibujó girando de pie
sobre amplias dimensiones.
Yo que soy un disparo
Lo que ella exhibe,
es un carrusel interminable
Yo que soy un disparo
No se que hacer,
¿Cuento las vueltas acaso?
¿Qué vueltas?
Si no hay repetición.
Pero este resplandor amotina contra mis ojos
y les hace retroceder.
Los pone entre la viva vida
y mi ciega razón;
"¡A mi solo me podrás roer!"
- me dijo con la mano puesta sobre mis ojos-
"Aun me ves como una cárcel de viento.
Un cerebro ruin y fracasado,
deambula por la vida acostándose en cada camino que pisa,
para arroparse después con su escupido polvo.
Un cerebro que desdeña el líquido que lo llena,
sabe que los caminos
tan solo son delgadas mascaras,
miseras cortinas sobre la más alta nube,
y que la libertad se siembra siempre a sus orillas."
La Libertad con un costal lleno de vendajes
se alejó dejándome tirado en el suelo,
babeando confusas palabras,
con los ojos ya más negros que blancos
Belial.
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