Me encuentro entre las dos calles más caudalosas del mundo
me rehúso a perder el control
aunque en el fondo eso esté buscando,
sé que todo espero y solo en mi navego.
Los sonidos son cóncavos estando fuera de órbita.
La velocidad me vuelve mierda de solo pensarla.
Regaré las losas de cemento
con saludable vómito,
y chocaré con locura mis ojos,
en el filo de este mundo.
Todo caerá junto como de repostería.
Llanto, placenta, alegría, alegría,
y un toquecito de maleza.
El maldito rey de las alarmas antirrobo
toserá gordo al oído
con un trago de moral a las rocas en sus manos.
La selva andará de noche,
y se esparcirá por las autopistas,
como las venas de una hoja de plátano,
en esta ciudad de acero
donde las ventanas empañadas
arrancan el cielo a pedazos.
Las bodegas a esta hora abortarán sus monstruos
fugitivos del Templo,
dadores de blasfemia,
los veo con lentes oscuros bajo el sol de un cactus negro.
Aun así,
es fraterno saber vivo al otro...
Las orugas dan sus patas falsas
a la hora de correr a ver el abismo;
/pero llena la extrañeza
de semejarse...
Las dunas se izan por el suelo.
Hay escombros ocultos levantados para verse en mi frente.
Leo la mente del mundo en la respiración del cráneo,
y entro al movimiento de la arena.
Belial.
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