¿Hablando con el pecho en la fría ciudad?
¡Que iluso!
Todos hacen eso vanamente,
parece que no hubiesen respirado el humo de la avenida,
ni hubiesen sentido el pesado semblante del hambre.
Te diré porque fracasas.
Mis alas vibran ensordecedoras
solo al rojo cielo que siempre corresponde.
Solo preciso de la más sutil brisa,
para ensanchar mi tronco,
que se mena en torno de sus ojos dormidos,
apretando con las raices los útiles recuerdos.
Los pastos se desvelan en mi búsqueda sin ser vistos,
mi nombre y mi cena son los mismos...
Embriagado está el monte en si mismo.
Y que osado eres al querer participar en su orquesta
con la cabeza llena del ruido citadino
ocultando el paisaje que aplaude a destiempo
tras una tela de problemas que sè no mereces.
La carga va en el desprecio de tus uñas
desgarrando el suelo.
Debajo de ellas un lago de lágrimas
se pudre por la quietud y la inconsciencia,
ese mugre verde que te queda
también sabe agitar la sangre.
¡Que iluso!
Todos hacen eso vanamente,
parece que no hubiesen respirado el humo de la avenida,
ni hubiesen sentido el pesado semblante del hambre.
Te diré porque fracasas.
Mis alas vibran ensordecedoras
solo al rojo cielo que siempre corresponde.
Solo preciso de la más sutil brisa,
para ensanchar mi tronco,
que se mena en torno de sus ojos dormidos,
apretando con las raices los útiles recuerdos.
Los pastos se desvelan en mi búsqueda sin ser vistos,
mi nombre y mi cena son los mismos...
Embriagado está el monte en si mismo.
Y que osado eres al querer participar en su orquesta
con la cabeza llena del ruido citadino
ocultando el paisaje que aplaude a destiempo
tras una tela de problemas que sè no mereces.
La carga va en el desprecio de tus uñas
desgarrando el suelo.
Debajo de ellas un lago de lágrimas
se pudre por la quietud y la inconsciencia,
ese mugre verde que te queda
también sabe agitar la sangre.
Belial.
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